Dicen que de emociones básicas son sólo cuatro: el amor, la tristeza, la rabia y el miedo. Hay quien todavía filtra más diciendo que realmente sólo son dos: El amor y el miedo y que el resto, son facetas de las primeras. Así pues, ¿qué es la Culpa? ¿Un sentimiento, una emoción, un pensamiento?
Sabemos cómo actúa: te agota, te frena, te empequeñece. Es como un virus que arrasa y demole. Como una carcoma que te come por dentro hasta anularte. Cuando digo que es mortal es porque cuando se le da suficiente poder puede llegar a anularte como persona, a dejar de ser tú.
Yo creo que la culpa es un pensamiento que ligas a un miedo. Porque el miedo es visceral. La culpa, es aprendida. Ningún hijo nace sintiéndose culpable. La culpa nace de la asociación de las reacciones que provocan tus acciones. Y siempre comienzan conducidas de las manos de los padres para que el niño «aprenda» qué está bien y qué no.
Así pues, ¿soy responsable de lo que sienten los demás? ¿Tengo que «morir» yo para que las demás vivan? Ahora que cada vez más estamos entendiendo que el otro no existe… ¿Para quién actúo? Cuando las luces se cierren y me quede yo solo, ¿para quién todavía haré las cosas?
Hay dos formas de poder superar la Culpa:
- La del pasado, a través del PERDÓN. El perdón a uno mismo. Porque el pasado ya está hecho, creado y lo único que nos queda es aceptarlo, aceptarnos y seguir saliendo adelante.
- La del futuro siendo COHERENTES: Si pienso azul, siento azul, debo hacer azul.
SER COHERENTES Y CONSECUENTES con nuestros deseos. Dejar de generar posibles juicios y reacciones externas anticipadas.
Porque esto, además de desgastarnos, nos hace vivir en un estado de angustia permanente que no nos permite ser ni espontáneos ni auténticos. El miedo a ser rechazados, a no ser entendidos, a dañar, nos hace vivir en una «sopa» de COMPROMISOS y obligaciones que no nos deja ser libres.
Pero si cada vez que talas la rama de un árbol éste para sobrevivir crea un tumor para que de él nazca una nueva rama… ¿Os imagináis que nos estamos haciendo a nosotros mismos cada vez que nos «cortamos» un deseo o impulso? Nos mutilamos y enfermamos.
¿Nos atrevemos pues a ser valientes?
